- Buenos días – le susurró la enfermera – traigo algo de comer.
- No tengo mucho apetito – se quejó Mike.
- Vamos, es sólo una sopa – repuso dejando la bandeja sobre una mesilla.
Los torpes intentos para sentarlo complicaron aun más la situación, así que decidieron inyectarle suero.
La mañana transcurrió rápidamente, los chicos seguían sin hambre, pero Antonia se hizo el ánimo para comer algo.
Los abuelos de Mike también habían llegado con otros familiares. Pasaron un rato junto a él en la mañana y luego volvieron a la sala de espera. William y Butcher entraban de repente al cuarto de su amigo, escondidos, fuera de horario para darle ánimos y contarle un poco lo que sucedía en el exterior.
- Siempre me han dicho que soy un iluso, pero juro que esta vez, esta vez si que sí, no comprendo lo que ocurre a mi alrededor.
- Tranquilo, Siska – le abrazó Bill – Nadie quiere comprenderlo.
- …yo crecí con él, Beckett. Tal como crecí contigo. Ahora es como si me cortaran un brazo ¿Entiendes? – botó una lágrima – es Carden… Se nos está yendo Carden, Bill.
- No lo repitas – bajó la cabeza – no quiero asimilarlo de nuevo.
El frío comenzaba a presentarse en cantidades obscenas, pero nadie los sacaría de ahí. Ya eran las 9 y Lucas con su padre habían pasado a saludar al su hermano e hijo. Después de media hora la Sra. Carden, que ya estaba algo más calmada, pasó también a verlo.
- Mi vida – le acarició – ¿Te sientes muy mal?
- No, mamá – sonrió Mike, débil – Ya no me duele nada.
Su madre lo miró con lástima. La frustración de no poder hacer nada de partió el alma.
- Mamá – susurró él – no puedo más. Tengo que ser honesto.
Su madre le tomó la mano.
- Te amo, mucho – agregó sonriendo nuevamente – a ti, a toda mi familia. Sé que esto es horrible, lo puedo imaginar, pero no puedes perderte por mi culpa ¿Dale?
- No me hagas esto, Mike – se secó un par de lágrimas.
- No puedo más, mamá. Lo intento pero realmente no puedo.
Su mentalidad a puertas cerradas logró por fin entablar algo de razón y comprender que alguien estaba partiendo ya de este mundo.
- Te amo, hijo. Discúlpame por no poder hacer algo.
- Ya sabes lo que puedes hacer – tosió – y no me mal críes al pequeño que viene en camino ¿Dale?
- Como quieras – soltó una carcajada aun lloriqueando.
Conversaron por varios minutos sobre lo que alcanzó a vivir de la gira, como habían estado los viajes, y los detalles del embarazo de Antonia.
- Está tan gordita – inspiró – se ve tan hermosa así.
- Ella es hermosa – repuso su madre – es perfecta.
Ya eran las 10.
- Te amo, Mike. Eres y serás siempre el regalo más lindo que Dios me dio junto con tu hermano y tu padre. No sabes lo orgullosa que estoy de ti, de todos tus logros.
Carden le acarició la mejilla.
- Yo también te amo, má. No te imaginas cuanto – cogió su mano – Cuídate ¿Si? Sabes como odio las despedidas, pero supongo que esta vez tendré que ponerle empeño.
Su madre lo abrazó con fuerza.
- Haré pasar a los demás – agregó.
Aunque ella sabía que estas eran las últimas horas de vida de su hijo, se negaba a creerlo e intentaba mantener la esperanza viva sobre una posible recuperación, que a estas alturas, parecía imposible.
- Odio decir esto, chicos, pero deberían de comenzar a despedirse… – anunció con la cabeza gacha apenas estuvo fuera de la habitación.
El primero en levantarse de la silla fue Siska que acompañado por Andy pasó a despedirse.
- Hola, hola – susurraron ambos algo atemorizados.
- No muerdo – comentó Mike – ¿Cómo están?
- Bien, amigo – sonrió tristemente Siska que no aguantó más y lo abrazó con cuidado.
Pasaron varios segundos así hasta que Butcher luego hizo lo mismo.
- Los quiero mucho, tontos – rió algo ahogado – espero que todo salga bien después.
- No lo sé – suspiro Andy.
- No se pueden rendir… yo empecé con esta banda junto a William y todos fuimos construyéndola con el tiempo. No pueden desmoronarla, tienen que seguir, yo sé que pueden.
Los tres se miraron felices.
- Nosotros también te queremos mucho, gracias por hacer que esta banda tenga algo de seriedad – sonrió Butcher.
Estuvieron acurrucados a la cintura de su amigo un rato. Luego decidieron despedirse.
- Te quiero, Carden – los ojos de Adam brillaban – y realmente no quiero hacerme la idea de esto.
Butcher se acercó a la camilla.
- Adiós bro – dijo apenas y le besó la frente – te adoro.
Mike contestó algo dormido.
Naomi, Chizz y Amy fueron los siguientes. No querían despertarlo mucho así que hablaron bajo pero claro.
- Mike – murmuró Chizz – sé que a lo mejor no me escuchas bien, pero solo quería darte las gracias por aparecerte tan de repente en mi vida e incitarme formar parte de esto – le tomó la mano – siempre recuerdo la primera vez que tocamos juntos y sentimos una especie de conexión, algo que nos hizo seguir el mismo camino.
Algunas lágrimas cayeron desde sus ojos sobre los dedos de su compañero.
- Yo también recuerdo eso, Chizz.
Naomi se encontraba por el otro lado de la camilla cogiendo también una de las manos de Carden y tras ella estaba Amy.
- Te queremos mucho, Mike – le susurró al oído la chica.
- Mucho – asintió Amy.
- Y yo también los quiero – respondió él.
Salieron de la sala y bajaron a la cafetería, Chizz estaba muy mal y Naomi quiso llevárselo a caminar un momento. Amy, permaneció en la sala junto a Butcher.
Nuevamente la puerta de la habitación se abrió. Esta vez, era William. Tomó asiento al lado de su amigo y le tomó la mano.
- ¿Sabes? Tengo tantos recuerdos que no me dejan empezar a despedirme como debiera… aparte que sé que no te gustan las despedidas – dijo algo incómodo – pareciera que fue ayer que me pediste formar una banda y comenzamos todo esto.
Tapó su rostro con una mano ocultando algunas lágrimas.
- Gracias, Mike – continuó – Si hay alguien de quien estoy realmente agradecido es de ti, por siempre haber sido mi cable a tierra.
Mike abrió sus ojos clarísimos, más de lo normal a esas alturas.
- Santi – sonrió.
- Santi – repitió William sonriendo también – te quiero mucho, Mike.
- Yo también, William Beckett eterno rival – tragó saliva – No hagas tonteras ¿Ya?
Beckett se besó el pulgar.
- Lo juro.
- Y cuídame a mi señora y a mi hijo o juro que te parto el rostro desde donde esté.
- Lo haré – rió.
- Y… has lo que quieras hacer, Bill… lo digo por Nat – tomo algo de aire – me pasó a ver.
William frunció el ceño.
- A lo que voy a es… que si quieres estar con ella. Que si eso sientes… Hazlo – agregó – eso, Bill.
- Muy bien – contestó su amigo – así será.
Carden algo dormido, dejó caer su mano desde la camilla. Bill lo acomodó un poco y luego de besarle la mejilla salió del cuarto.
- Tony – Bill le hizo un gesto para que entrara.
- Bien – se incorporó.
Tony caminaba casi sintiendo que los pies le flotaban. Sabía que esta era la última vez que hablaría con su mejor amigo.
- Mike, no. No puedes – le rogó cuando estuvo dentro.
- Eso quisiera – habló con un hilo de voz –…te quiero, Tony. Por favor, POR FAVOR, no dejes a Antonia sola, ni a mi hijo tampoco. Ella no merece todo esto y si algo puedo hacer es pedirte a ti que la acompañes lo más que puedas… Si vas a hacer algo por mí, si quieres hacer algo por mí, por favor, cuídamela a ella y a mi bebé.
Tony no podía contenerse, la pena le estaba destruyendo sin piedad la poca compostura que tenía.
- Lo prometo – sonrió finalmente – y yo también te quiero aunque no te lo haya dicho siempre.
- No necesito eso, yo lo sé.
Un último abrazo selló la amistad.
- Dile que venga… – habló Mike ya casi sin voz.
- Ahora mismo – asintió Tony luego de besarle la mano.
Antes de abrir la puerta de la habitación un ruido le alertó y se dio vuelta. Mike le hacía señas.
- Gracias por todo, Tony.
- Gracias a ti, bro – contestó destrozado.
Cuando salió del cuarto, un frío le caló los huesos. Antonia estaba sentada mirando la ciudad por la ventana y el sonido de la puerta cerrándose le percató de que era su turno.
La parte más difícil venía ahora: el final.
Una especie de valentía le invadió. Quizá hasta una pizca de resignación la salpicó en aquél momento. Pero sobretodo, iba llena de amor.
- Hola, mi amor – habló desde la puerta.
Mike abrió inmediatamente sus ojos.
- Anto… – suspiró estirando los brazos con lo último de fuerza.
Su novia se agachó para abrazarle. Varios segundos transcurrieron así. Sintiéndose por última vez, piel con piel.
- No te mereces nada de esto – comenzó diciendo, afligido – pero no pude evitarlo, y realmente lo siento.
Parecía que hubiese guardado toda la fuerza que le quedaba para este momento.
>> Siempre nos imaginaba acabando nuestras vidas siendo viejos y, de verdad – buscó sus ojos – lamento que no pueda ser así. No sabes cuanto deseé pasar el resto de mi vida junto a ti; no sabes, Anto, como deseo seguir despertándome con tu cuerpo a mi lado. No, – tartamudeó – no sabes cuando deseé estar junto a ti y finalmente, lo logré; aunque peleamos tantas veces… como esa vez en la fiesta de Butcher.
Antonia sonrió.
- Y sé que fue poco, Anto, pero no quiere decir que haya sido insignificante… tu para mi significas todo – continuó – tú y ese pequeño que hicimos.
Parecía que los minutos corrían a la velocidad de la luz, porque ya era casi la 1.40. Aquellos ojos saltones observaban ansiosos el rostro de la chica; saltones como siempre, pero ahora más débiles.
- Tú y él – Antonia se apuntó el vientre – también significan mi todo. Nunca creí posible estar junto a ti… y míranos ahora, si hasta tenemos familia.
>> Cuando pretendías irte a Nueva Zelanda recuerdo haberte dicho que si te ibas, te irías sabiendo que te amaba. Mike… si ahora te vas – su voz se quebró y comenzó a llorar –…si vas a irte, por lo menos hazlo sabiendo que te sigo amando con la misma intensidad que el primer día que te vi. Ese día que llegaste a la casa de William y yo estaba con Courtney aprendiendo a fumar – soltó una nerviosa carcajada –…me pillaste desprevenida: Nunca nadie me había mirado así. Y eso que sólo teníamos quince años.
Ambos rieron al destapar ese recuerdo.
- Nunca amé a nadie como te amé a ti – agregó – nunca voy a poder amar así de nuevo, no impor…
- Anto – la interrumpió Mike – no quiero que te cierres a lo que pueda venir después. Yo te amo y quiero que seas feliz, aun cuando eso signifique dejarte en libertad…
Ella le interrumpió esta vez.
- Pero ahora no, Mike. Ahora mi presente eres tú – afirmó con énfasis.
Nuevamente se abrazaron. Antonia no dejaba de respirar hondo, casi violentamente, embriagándose de su aroma. No quería olvidarlo jamás.
- No te vayas – susurró.
Carden la tomó por el mentón, despegándola de su cuello.
- No puedo más mi amor, lo intento, lo juro – contestó derrotado.
- No me dejes, Mike – le rogó nuevamente – no nos dejes.
De a poco las lágrimas volvieron a retomar su rumbo cayendo sobre la helada piel del guitarrista.
- No me dejes tú a mí – se incorporó y posó su cabeza sobre el vientre de la chica – Te amo, los amo a ambos.
De repente sintió un movimiento. Algo increíble había sucedido, algo que no había vivido y que alcanzó a vivir, afortunadamente.
- Se movió – dijo casi sin voz – se movió, Anto.
- Te escuchó… él también te ama – repuso la chica emocionada.
La poca fuerza que a Mike le quedaba se estaba agotando. Su novia le acomodó la almohada y cogió su mano derecha. Observaba aquel rostro con cuidado, no pasando por alto ningún detalle, reconociendo cada facción como si se tratara de su propia cara. Presionó sus labios contra los de él, fundiéndose luego en un profundo beso. De pronto sintió sus mejillas húmedas, pero esta vez, no eran por sus lágrimas.
Eran por las de él.
- Te amo. No me dejes nunca.
- Jamás – le prometió Carden entre sollozos.
Sus ojos comenzaban a cerrarse; a veces se abrían pero con dificultad. Su mano seguía adherida a la de Antonia y su cabello oscuro permanecía desordenado como siempre.
- ¿Sabes? Contigo fue la primera vez que hice el amor – dijo algo avergonzado por la confesión – fue la primera ves que estuve así con alguien, con sentimientos involucrados.
Antonia se sonrojó. Mike también lo estaba.
- Tú también fuiste la primera persona con la cual hice el amor – le confesó ella también.
Pasaron 10, 20, 25 minutos. Aun estaban con las manos enlazadas, pero ahora Antonia descansaba sobre su pecho. Él con la otra mano le acariciaba el cabello. Caricias suaves, casi imperceptibles.
Lentamente abrió sus labios y agitó la mano que le tenía cogida.
- Te amo, Antonia – sonrió una vez que ella lo miró.
- Te amo, Mike – sonrió también.
Acercó su rostro hacia el de él hasta alcanzar sus labios. Le besó por varios segundos tratando, entre tanto, de controlarlo, pues las hormonas aun le funcionaban. Una última ráfaga de aliento ingresó a su boca, mientras sentía sus brazos tomarle por la cintura apenas, pero haciendo todo el esfuerzo posible.
Besó la comisura de su boca y finalmente se separaron.
Ya algo distanciados, Antonia volvió a estudiar las cansadas expresiones alojadas en el pálido rostro de su novio. Hundió nuevamente la cabeza en su cuello algo sudado, pero en términos generales, frío.
Con tantos recuerdos aflorando y dándole vueltas, sumándole a eso lo mareada que estaba, le costaba un poco asumir su realidad. Estaba perdida en el aroma de Mike, no quería volver a respirar si no era ese olor el que se impregnaría en sus pulmones.
Estaba perdida dentro de sí.
De pronto, un agudo sonido la despertó de su trance.
El titubeo incesante de la maquina conectada a Mike le marcó el comienzo de una nueva historia.
Aun algo mareada, sin poder reaccionar del todo; pero sí sabiendo lo que ocurría, movió su mano intentando despertarlo. Pero no dio resultado.
Su cuerpo yacía tal cual sobre la camilla, aun con la mano derecha enlazada a la izquierda de Antonia.
MUERE GUITARRISTA DE THE ACADEMY IS….
9.00 am.
Leucemia cobra vida nuevamente. Hoy viernes, a las 2.32 de la madrugada falleció el guitarra de la banda The Academy Is… Mike Carden. Una leucemia fulminante le quitó la vida en menos de cuatro días, justo cuando cursaba lo que quedaba del tour de promoción del nuevo disco de la banda.
La fecha del funeral aun no está determinada.
Más información en las próximas horas.
BBC.
lunes, 28 de septiembre de 2009
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