- Voy un ratito a la casa de Beckett – susurró Chizzy al oído de su chica tomándola por la cintura.
- ¿Regresarás tarde? – le besó la comisura de los labios – sólo por saber…
- No mi amor – sonrió él.
Eran las 10 de la noche y la banda quería tratar algunos últimos detalles antes de partir a la gira. Aunque faltaban casi cuatro semanas, era esencial tener todo preparado.
Naomi como siempre, se mostraba muy emocionada con el tema de la gira y del nuevo disco, jamás le había molestado que su novio saliera de noche, confiaba plenamente en él y más que antes pues, se trataba del padre de la criatura que llevada dentro.
Aunque esa noche no debió partir.
El vientre de Naomi era enorme, su pálida piel le daba un toque adolescente a su persona. Como si se tratara de una niña aun, no una mujer. Su cabello caía sobre sus pechos que también habían aumentado el volumen. Estaba lavando los platos, desabrigada, como siempre, y mojada entera. Era normal con 8 meses tener contracciones primerizas pues, el bebé ya venía en camino. Así que frente a las primeras que se presentaron no tomó mucha atención.
Hasta que se hicieron más fuertes.
- Rayos – susurró para sí misma cerrando la llave del agua y secándose las manos.
Pero justo cuando pretendía subir las escaleras, la siguiente contracción le atacó con más fuerza. Buscó apoyo en el pasamano, pero fue inútil. Sus torpes intentos de caminar, también. De pronto, sintió el liquido caer por sus piernas y llegar al suelo. La bolsa estaba rompiéndose.
Afirmando suavemente su vientre intentó de nuevo caminar. Encorvada, llegó hasta el teléfono y marcó el número de su novio.
- Chizz – gimió – se me rompió la bolsa. Ven ¡AHORA!
Los nervios invadieron a su novio, incapacitado mentalmente por la noticia.
- Voy enseguida. No te muevas, Naomi.
Colgó.
- ¿Qué sucede preguntó? – Carden algo preocupado.
- Naomi rompió la bolsa.
- ¿Qué bolsa? – preguntó Siska curioso.
- La del bebé, imbécil – se incorporó rápidamente Butcher.
- Vamos – dijo Beckett tomando su chaqueta.
Todos partieron detrás del coche de Chizz, acelerando con frenesí. Eran más que nunca, como un familia.
Al llegar se encontraron con el cuerpo de la chica sobre el sillón. Respiraba hondo y gemía de dolor.
- Llévame al hos… – se quejó – hospital.
- Ahí vamos.
Su novio la tomó en brazos y la subió al auto. Carden subió a la habitación para buscar algunas toallas y frazadas y se subió junto a ella.
- Oh, Dios… ¿Qué se supone que debo hacer? – preguntó confundido el guitarrista.
- Realmente… no lo sé – dudó Chizz – pon las toallas abajo y tápala.
- Ok – contestó Mike algo perdido en cuanto a su misión – permiso Naomi – cerró los ojos.
Agarró las toallas y las colocó bajó la chica. Luego le acomodó la cabeza sobre sus piernas para que le sirviera de almohada, y la tapó con la frazada que había sacado.
Trataba de clamarla y de que no perdiera el conocimiento hablándole de su vida en el instituto y de cómo conoció a Chizz.
- Y bueno… así fue – concluyó.
- Carden, no quiero ser – gimió –…pesada, pero ya me sabía la última historia.
Unos 10 minutos después llegaron al hospital y Naomi entró a la sala de partos.
Los chicos y los padres de la pareja estaban sentados esperando que el doctor saliera. Chizz había entrado para ver el parto hace por lo menos dos horas.
Estando ahí dentro era todo muy diferente. Tomó la mano de su novia todo el rato. Nunca se separó de ella hasta que la matrona finalmente tuvo a la bebé en sus brazos y se la pasó.
Unos enormes ojos le miraban con curiosidad, como queriendo saber quien era el que la tenía allí donde estaba. Quien era ese dulce chico rubio que le regalaba tantas sonrisas.
Pasada una media hora, salio el doctor, sonriente y muy entusiasmado.
Todos los presentes se levantaron de sus sillas.
- El bebé está muy bien, es prematuro, pero se encuentra en perfectas condiciones.
En la sala todos se abrazaban y gritaban de alegría. Un rato después salió Chizz emocionado sin poder encontrar las palabras precisas para contar su experiencia.
Decidieron dejar al la bebé en observaciones y a Naomi descansando para que les dieran de alta lo antes posible.
Esa noche Chizz durmió ahí mismo, en el hospital. William le llevó algunas frazadas y Antonia, que ya tenía algo de vientre, le llevó algo de café.
La noche pasó larga, pero nada importaba, excepto aquél nuevo miembro y su hermosa madre.
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