
“No puedo creerlo, quizás que le habré dicho a Carden, soy un fiasco. Okay, calma Bill, son cosas que suceden…”
- William – le interrumpió su madre – son las 10, debes ir donde el Sr. Williams.
Tomó su chaqueta y partió a la consulta.
- William deja de escapar de tus problemas con alcohol, sexo y cosas así – refunfuñó su sicólogo – después las cosas de agrandan. Si me dices que escribir te ayuda, escribe; si me dices que hablar conmigo te ayuda, hablemos, pero no sigas con eso.
- ¡No puedo! – gritó Bill golpeándose la rodilla con un puño.
- No, es que tienes cosas pendientes ¿Nunca has pensado en escribirle a Nat?
Will quedó atónito frente a esa pregunta.
- No, no sabría que escribirle.
- Yo creo que si sabes, ordénate. Y hazlo… – efectuó una pausa – las formas de sanar no siempre son las que uno espera o quiere. Así que yo creo que deberías poner de tu parte y comenzar a tomar nota seriamente sobre lo que en tu cabeza se está desarrollando.
Bill meditó unos segundos y luego le dirigió una mirada desgarradora a Williams.
- Lo haré – afirmó finalmente.
Se despidió de su doctor y volvió a casa. La mañana había pasado volando, y la flojera le consumía como para ponerse a ordenar el desastre que dejó anoche, a pesar de que Mike le ayudó un poco. Prendió la computadora de nuevo y comenzó a ordenar de a poco el atado de sentimientos que tenía dentro, pero sin mucho resultado.
“Hola Nat. Ha pasado mucho tiempo desde que no se nada de ti y sé que todo esto te debe parecer muy extraño, pero lo hago por mí más que nada, porque necesito decirte algunas cosas y porque definitivamente, mereces saberlas. Te he extrañado mucho (sé que estas pensando que yo fui quien acabó con los nuestro y que no tengo por ende, derecho a reclamo, pero no estoy reclamando tu presencia, más bien sólo trato de serte honesto). Mis días han sido horribles, y creo que es porque me faltas, aunque supongo que muy dentro de ti lo debes saber. Claro que eso no me basta. Finalmente llegué a la conclusión de que no puedo seguir esperando un milagro y menos si se trata de ti; pues aunque te extraño una enormidad, ya estoy muy herido para batallar contra lo que sería volver a tu lado. Mis días junto a ti fueron la mejor parte de mi vida, pero también la peor. Soy enteramente conciente de que el daño que tú me hiciste es el mismo que yo te causé, pues ambos cometimos errores, como también aprendimos de ellos. Pero fuimos cambiando con el tiempo, terminábamos muchas veces y volvíamos las mismas veces, incrementando el dolor con cada obstáculo que se presentaba en el camino, por lo tanto nuestros últimos años juntos fueron de completa involución; se notaba a leguas que no éramos los mismos. La verdad, no sé en que momento cambiamos tanto, donde fue que pasamos de ser la pareja perfecta a la pudrición de nuestros más profundos sentimientos. Jamás me consideré un mal novio y sé que a pesar de mis errores, te di hasta mi vida; lástima que me tuviste tanto tiempo al vaivén de tus reacciones, ahí fue cuando me aburrí… si mal no recuerdo eso fue hace tres años. Sin embargo, te tengo presente como el recuerdo más preciado que aloja mi memoria, pero eres esa clase de recuerdos que cuesta echarle el ojo, pues duele...
¿Sabes? Aunque nuestro amor se consumió, los primeros 4 años jamás los consideré una perdida de tiempo. Después de eso no sé que ocurrió; no sé cuando te volviste tan posesiva. Ya ni siquiera me preguntabas como antes si el tour había dado buenos frutos… sólo buscabas sacarme una supuesta verdad, un ”me acosté con esta y esta otra…”; realmente Natalia, me asombra cuanto cambiamos: tú buscándole el doble sentido a todo lo que yo decía y yo intentando hacerte ver que realmente te amaba… y antes no tenía que HACERTELO ver; antes tu lo sabías. Pero también fui un imbécil.
Si te preguntas constantemente si alguna vez te engañé, la respuesta es sí. Este mismo año, y no me voy a excusar diciéndote que lo hice porque lo de nosotros estaba podrido (aunque esa es la verdad), simplemente pasó. Y lo lamento, pero necesitaba decírtelo; sé que no lo estoy haciendo de la mejor forma, pero te reitero: lo hago más por mí que por ti, pues aunque lo no creas, el peso es grande.
Pero por otro lado Nat y dejando estos dos últimos años fuera (o incluyéndolos, como quieras), yo te amé con todo lo que alguna ves pude amar a alguien, con todo mi cuerpo, mi ser, mi alma. Siempre intenté protegerte de todo lo malo, siempre intenté ayudarte y me consta que muchas veces lo logré. Eras mi única luz y ahora vivo en la oscuridad porque ya no te tengo, pero no más. No quiero tu recuerdo atormentándome de por vida. A través de esto estoy tratando de salir adelante, siéndote lo más honesto posible y si bien, sabes que aun te amo y te extraño, no puedo seguir segándome con la sombra de nuestro pasado. Ambos empezamos cuando éramos sólo adolescentes y acabamos con esto ya siendo adultos; compartimos toda nuestra juventud y crecimos aprendiendo, quizá, de la peor forma. Por lo mismo considero, al menos yo, que guardar odio o rencor hacia alguien que cumplió roles de esa magnitud en mi vida, que me acompañó y apoyó en muchos momentos, es una estupidez.
Si no quieres, no me respondas, lo puedo entender. Sólo quiero hacerte saber que me despido de ti porque quiero avanzar.
Te deseo lo mejor del mundo. La vida, me consta, tiene muchas vueltas, pero por ahora necesito descansar de tanta miseria y de tanto recuerdo pasado.
Hasta siempre, Natalia.”
El mensaje nunca fue respondido, pero William sentía que por fin, había menos peso en su corazón.
No hay comentarios:
Publicar un comentario