
- ¿Quieres? – le ofreció Butcher después de fumar un poco de su pipa.
- No, no tengo ganas hoy – respondió Beckett.
- ¿Vamos a ir a la noche?
- ¿Al bar de Wentz? Pues claro – asintió Beckett sonriendo.
Le quitó la pipa a Butch y aspiró un poco.
- Vamos a mi casa antes y de ahí nos largamos – agregó.
- Vaya, bro no puedo. Me voy con Amy. Prometí que la iría a buscar.
- ¿Hay algo ahí? – le preguntó Bill con curiosidad.
- No lo sé. Probablemente… veremos a la noche – sonrió con astucia su compañero – de todas formas, no ando buscando nada.
- No busques, encuentra – contestó Bill botando el humo – bueno son las 7 y tengo que irme. Courtney quiere cenar conmigo.
- Nos vemos, bro.
William sacó su celular y llamó a Carden, pero este no le contestó. Finalmente, llegó a casa. Su estómago pedía a gritos algo para comer.
- Llegué – gritó Bill cerrando la puerta.
- Vaya, pensé que no vendrías… preparé lasaña – sonrió Courtney que sacaba la bandeja del horno.
- Wow, gracias ¿Quieres salir más tarde con los chicos?
- ¿Dónde irán?
- Al bar de Wentz…
- Voy – sonrió nuevamente.
Comieron y luego de darse una ducha, se prepararon para la noche que les venía encima. William, sin muchos ánimos como todos los últimos meses, trató de animarse frente a la posibilidad de encontrar algo interesante donde Pete. La desesperación por mejorar le abrumó unos segundos pero logró controlarse. Una hora después salieron de la casa y en pocos minutos llegaron al bar.
Estaban todos sus amigos menos Mike y Antonia, más un par de chicas amigas de Amy que estaban sentadas a un costado de la mesa de centro. La morena captó la atención de Bill apenas pisó el segundo piso del bar.
- William – le habló Butcher – te presento a Nelly y a Kate.
Aunque saludó cortésmente a ambas, sus expresivos ojos no se despegaban de Kate.
- Un gusto – le dijo ella observándolo con cautela.
Estuvieron media hora viendo que pedirían para beber, y cercano a las 11 llegaron Mike y Antonia tomados de la mano. Los ojos atónitos de sus amigos les observaban desentendidos, pero todos con una sonrisa dibujada en el rostro. Por otro lado, William y Kate parecían haber conectado sus mentes desde un comienzo, pues no habían parado de hablar. Vaso tras vaso iba Beckett, que comenzaba a perder el control. Se levantaba al baño desesperado y con la angustia floreciendo explosivamente en su pecho. Pero luego de recordar que tenía una oportunidad esperándole fuera de allí, se opacaba la intensidad de su sentir.
Mike y Antonia pasaron a la barra junto con Gabe, Amy y Butcher. William y Kate decidieron también ir por algunos tragos más. Ambos caminaron hasta la barra, pero se instalaron mucho más apartados de los otros.
- Así que no eres de aquí – comenzó Will – yo… puedo ayudarte a conocer, si quieres, digo.
- Me encantaría – sonrió Kate acariciándole la mejilla son sus dedos blancos.
Beckett la observó tratando de enfocar sus ojos con dificultad, y en menos de 5 segundos, había pegado sus labios a los de ella. Sus manos recorrían con cuidado la cintura de la chica, como si no se diera cuenta del todo de lo que estaba haciendo.
- Vamos a mi casa – susurró sonriendo.
- Excelente – contestó Kate besando la comisura de sus labios.
Bajaron las escaleras y subieron al coche de Bill. No hablaron en todo el camino, pero las sonrisas maliciosas de ambos estallaban compartiendo miradas.
Se bajaron y entraron sin meter demasiado ruido, de todas maneras, la casa estaba vacía.
- Por aquí – señaló la escalera, Beckett.
Subieron a su cuarto caminando apenas, la oscuridad no ayudaba mucho, pero ninguno quiso encender las luces.
Kate besó a William nuevamente. Sus manos le quitaron la camisa y desabrocharon en pocos segundos su cinturón. William se encargó de lo demás. Entre torpes movimientos cayeron a la cama, ambos estaban algo mareados y no calculaban muy bien las distancias; como tampoco sabían con certeza lo que hacían… o porque lo hacían.
William no tenía casi fuerzas para seguir, le resultaba muy cansador, pero aun así, el cuerpo el pedía más. Su cabeza estaba llena de pensamientos, de materias indeseadas y entre más digería todo lo que le angustiaba, entre más masticaba su dolor, más fuerte gemía. Sus movimientos llegaban a ser violentos, su piel sudaba en descontrol y su rostro se hundía en el cuello de Kate.
De pronto, después de una eterna hora y media se sintió venir. Suspiraba, colapsando a medida que pasaban los minutos. Su corazón latía desenfrenado apunto de arrancarse de aquél desnudo pecho, y sentía que la cabeza, aun enterrada en el cuello de la chica, le explotaría; pero siguió hasta que por fin acabó.
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