
A pesar de su estado, Carden tomó las llaves de su coche y bajó hacia la recepción apenas se dio cuenta de que Antonia no estaba en la fiesta. Hace más o menos media hora que había desaparecido y si tenía suerte podría encontrarla caminando… si es que se había ido caminando a casa.
Sus pasos eran débiles y sus ojos comenzaban a llorar. Prendió el motor y aceleró como si de eso dependiera su vida.
Tenía razón, Antonia no había llegado muy lejos. Unas cinco cuadras más abajó de donde vivía Butcher, la sombra insípida de la que siempre quiso ser su chica, se perdía en la oscuridad de la noche, caminando entre tambaleos. Estacionó el auto y bajó rápidamente. La humedad enfrió sus lágrimas, pero eso no tenía importancia. Nada importaba en ese momento, sólo recuperar lo que había perdido… si es que podía.
- ¡¿A dónde vas?! – gritó.
- ¿Qué haces aquí? – preguntó confusa Antonia.
- Vengo a buscarte – guardó las llaves en su bolsillo – sube.
Antonia se acercó a él hirviendo en rabia.
- ¿QUÉ? – chilló – no Mike, yo no voy contigo – se secó las lágrimas – vuelve a la fiesta, estabas muy bien ahí, al parecer.
- Te dije que subas, Antonia – refunfuñó Mike que perdía la paciencia.
- Y yo te dije que no.
- ¿Qué…? – tartamudeó. Las manos le descansaban sobre la cabeza y trataba de encontrar las palabras para hablar, pero entre el alcohol, la desesperación y la pena, no encontró nada. Finalmente algo pudo escupir –… ¿Qué quieres, Anto? Digo… que mierda quieres de mí ¿Qué querías hablar conmigo? ¡Qué, ah!
Antonia lloraba desconsolada, le miraba con amargura y su voz se hacía añicos cada vez que intentaba pronunciar palabra alguna.
- Mike, ya no quiero nada. Vete, por favor.
- Estás loca si piensas que te voy a dejar acá sola mientras…
Antonia le interrumpió.
- ¡Tu estabas excelente allá en la fiesta, yo me aburrí y quiero irme a casa! – gritó – ¿Puedes hacerte el tonto como siempre, por favor, y dejarme sola, haciéndole creer al mundo COMO SIEMPRE, que nada ha ocurrido?
Mike no pudo contener más las lágrimas y rompió a llorar apoyado con sus brazos sobre el coche.
- Bien, supongo que quieres ir donde Jake – añadió.
- No metas a Jake aquí. Tratemos de hacer bien las cosas alguna vez… – alegó.
Carden se incorporó y se posó frente a ella. Su rostro estaba empapado en lágrimas.
- define BIEN – gruñó – ¿Qué es bien? ¿Qué te deje sola acá?
- Te repito, Carden: estabas muy bien en la fiesta, eso parecía. No tienes porqué perseguirme hasta acá…
Antonia se había dado vuelta para seguir caminando sin destino, pero Mike la tomó por los hombros para detenerla. Sus manos estaban congeladas.
- ¿Qué es esto, una escena de celos? – dijo indignado – ¿O te acostumbraste a que estuviera como baboso por ti?
Ella no podía creer lo que estaba oyendo.
- Muy bien Mike Carden, piensa lo que se te dé la puta gana. La cosa es que no me regreso contigo – hizo una pausa para respirar – Y no, no es una escena de celos, deja de pasarte películas. Me apestó el hecho de que hayas cambiado tanto desde que te fuiste… parece que la fama no te está haciendo muy bie…
- ¡BASTA! – suspiró – Antonia… ¿Qué sucede? ¿Me podrías hacer el maldito favor de decirme que sucede? – intentó calmarse buscando apoyo en un poste de luz – Míranos, estamos llorando al borde de una calle desconocida, yo ebrio y tu casi –logró tranquilizarse – Ahora ¿Qué querías decirme?
Antonia apoyó en un árbol su cuerpo cansado. Estaba mareada y la pelea la tenía agotada. Aparte, ya casi no tenía voz.
- Carden, quería hablarte… ¿Es mucho pedir? – preguntó – quería que me contaras algo de ti. Quería estar contigo…
- Estás conmigo, Anto… Porqué...
- Ya no, Mike…
- ¿Ah, ya no?
Mike le tomó la cara entre sus manos y la acercó a la suya. Hace mucho tiempo que no estaban así de cerca. Una especie de corriente eléctrica los invadía al sentir la piel de uno adherida a la del otro.
- Dime que no quieres estar conmigo y te prometo que jamás, jamás volveré a molestarte así.
Los ojos de Antonia, brillantes, observaban cada centímetro del rostro que tenía en frente. Deteniéndose en cada detalle de él, recorriéndolo y embriagándose con el vapor de su aliento.
- Deja de ponerme en situaciones tan complicadas ¿Quieres? – murmuró.
- Respóndeme – insistió Mike acercándose aun más – dímelo.
Pero ella comenzó a perder el equilibrio.
- Mike… – susurró – llévame a casa.
Carden se dio por vencido y segundos después subieron al auto.
Las calles oscuras eran el único paisaje viviente de la ciudad. Antonia se había quedado dormida en el trayecto y Mike decidió llevarla a su departamento, sin ninguna intención demás. Los chicos lo habían llamado pero prefirió no contestar. Podía despertarla.
- Anto, llegamos – le susurró.
Apenas despierta logró bajarse del auto. Llegaron al último piso y entraron al departamento. El efecto de todo lo que había tomado en la fiesta comenzó a florecer.
- Mike, necesito ir al baño
- Ven – la cogió por la cintura –…cuidado.
Decidió dejarla sola un rato.
Esperaba apoyado en la puerta escuchándola toser, hasta que no hubo más bulla.
- ¿Anto?
No hubo respuesta.
Forzó la puerta hasta abrirla pensando que Antonia podría haberse quedado dormida, pero no. Estaba sentada en el suelo tapándose la cara con una mano y tratando de apoyarse con la otra.
- Vamos – la tomó en sus brazos – Vaya, no has cambiado mucho – le susurró al oído, pero lo único que obtuvo por respuesta fueron gemidos.
La dejó sobre su cama y se apresuró a buscar algo de ropa en sus cajones. Luego, sin perversión, le quitó la polera para colocarle una suya y después de quitarle los zapatos, la arropó. Estuvo largo rato mirándola dormir, pero el sueño lo venció.
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