
- Vaya, hace mucho tiempo que no entraba a este departamento – observó asombrado Sisky.
- Está algo desordenado, pero da lo mismo – dijo Butcher – será una asombrosa velada.
- ¿Invitaste a muchos?
- No… – hizo una pausa – bueno creo que… sí – repuso.
- Vaya, esperemos entonces.
Eran cercano a las 10 y pocos minutos después llegó Mike y William. El departamento se llenó muy rápido. Estaban todos los antiguos amigos de la banda, Bob, Amy, Justin, etc.
- ¿Va a venir tu hermana? – preguntó Mike.
- Sí… pero no viene sola – contestó Will.
Los ojos de Carden brillaron.
- Viene con Antonia ¿no? – preguntó abriendo el refrigerador para sacar una cerveza.
- Ahá – contestó su amigo imitándolo.
Y como sí se tratara de magia Cou y su mejor amiga entraron al departamento, segundos después. Los abrazos no cesaron: hacía demasiado tiempo que no veían a las chicas; pero después de la conmovedora bienvenida un silencio abrumador ahogó el griterío cuando Antonia se acercó a Mike para saludarle.
- Hola, Mike – saludó entre dientes.
- Hola – dijo Mike frío como un hielo – ¿cómo va?
Ambos trataban de simular aquel sentimiento de pérdida estancado en el alma… pero no daba mucho resultado.
- Todo… va perfecto – mintió ella.
Butcher subió el volumen de la música y la gente comenzó a bailar. Había tanto por celebrar, pero ni Will, ni Antonia ni Carden estaban de muy buen ánimo.
Cerveza tras cerveza, Carden intentaba enfocarse en cualquier cosa para no dirigir la mirada hacía su único punto de atención. La noche estaba preciosa, pero a medida que avanzaba, iba perdiendo el equilibrio y la nitidez de su mirar.
- ¿Cómo lo estás pasando, querido Santi? – se acercó Siska
- Excelente – prendió un cigarro.
Después de otro par de cervezas Carden y William comenzaron a bailar sobre los sillones del Living. Parecía que ambos descorazonados intentaban olvidarse de la terrible suerte que los había golpeado esté último tiempo.
Por otro lado, Butcher, se aprovechaba de la valentía gracias a los efectos del alcohol, bailando con Amy, una antigua amiga de Chicago que conoció en la secundaria.
- Hey butch ¿Dónde está Chiz? – gritó Bob
- Su novia está enferma y quiso cuidarla esta noche – dijo – pero bueno, así es el amor ¿No?
La fiesta seguía creciendo, llegaba más gente cada vez y se vaciaban más tarros de cerveza cada minuto.
Carden estaba en las nubes y no caminaba bien a esas alturas. Y justo cuando volteó para ir a la cocina, sus ojos chocaron estrepitosamente con los de Antonia. Pasaron segundos eternos mientras se perdía en esas dos pupilas grises. Sólo atinó a buscar otra cerveza… la noticia que Cour le había dado hace algunos días era razón suficiente para dejar de pensar que podía lograr algo con ella. Pero ésta le detuvo en seco.
- Mike ¿podemos conversar? – preguntó
- ¿De qué? – contestó Mike con la misma frialdad que cuando la saludó.
- No lo sé – murmuró nerviosa.
Mike se quitó la chaqueta y con las manos hecha puño le dedicó una mirada de profunda confusión ¿Cómo era posible que siguiera siendo así de cercana con él si tenía novio?
- Bueno cuando sepas de qué quieres hablarme me llamas – contestó apenas.
Sus palabras eran como hielo.
- Pero ¿Qué te sucede? – Antonia frunció el ceño – no me has hablado en toda la noche.
- No tengo de que hablarte – rió irónicamente – Ahora, permiso, los chicos me esperan.
En un santiamén lo perdió de vista.
Cuando terminó su cuarto tequila, se dirigió al balcón. La ciudad iluminada y las calles hicieron que muchos recuerdos e imágenes asaltaran su mente. Carden estaba a muchos metros de ella, pero su voz familiar le reventaba en los tímpanos. Entró al departamento de nuevo y con la mirada desorbitada observó cada rincón de la sala intentando buscar a Mike. Justo cuando miró hacia la habitación de invitados la voz de Carden aumentó el volumen; pero cuando volteó para seguirla, se encontró con una imagen que definitivamente no quería ver.
- Vamos, ven a bailar, esta noche nadie puede estar triste.
Ahí estaba. Al medio del living junto a otras parejas bailando con una chica que no conocía. La tenía de la mano y sus labios estaban muy cerca los unos de los otros. Pasó por lo menos un minuto antes de que volviera a respirar. Era una pesadilla. Mike la miraba con el mismo hielo que su voz irradiaba al hablarle, sonriendo con sarcasmo.
Tomó su cartera y abrió la puerta del departamento sin que nadie se diera cuenta. No tenía nada más que hacer ahí.
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