
El clima estaba extraño, o al menos para William. Un cielo igual de nublado que sus pensamientos, le acompañaba a observar la ciudad; tan lejana a él este último tiempo, cuando más necesitaba la cercanía de algo o alguien que conservara cualquier recuerdo del pasado. Cualquier recuerdo de Nat caminando por la acera del frente, o de Mike y Sisky afuera, esperando por él.
De pronto los pasos de la señora Rose interrumpieron la tranquilidad de su habitación.
- Hijo – murmuró en voz baja – ¿Puedo pasar…? Necesito hablar contigo.
- Claro, má – contestó Will un poco preocupado – ¿Pasó algo?
Rose se sentó en la cama y tranquilamente comenzó a hablar. Lento, pausado y con una cuota disimulada de temor.
- Verás, hace ya unas semanas que me estás contando lo que te sucede… esto de que lloras y tienes miedo y esas cosas – aclaró la garganta – bien, lo que quiero preguntarte es si quieres que veamos esto más a fondo.
William la miró extrañado.
- Explícate – inquirió.
- Quiero llevarte a sicólogo, Bill.
De pronto la cara de William se deformó, dejando escapar algunas carcajadas.
- ¿Q… Qué? – decía al mismo tiempo que reía – má, sólo… sólo me cuesta dormir y no sé pero nada más. Estoy bien.
- Bill, nunca está demás, no seas porfiado.
- Ah, mamá – repuso Will.
- Basta Will. Piénsalo al menos, por favor. Nunca está demás.
- Está… bien má – suspiró.
- Okay.
La señora Beckett le besó la frente y bajó a la cocina. Will trató de retomar los recuerdos que alojaban su mente momentos antes de que su mamá entrara a la habitación, pero no lo logró. Se sentó en la cama un momento y no despegó los ojos de la ventana. De nuevo Nat inundó su cabeza aislándolo de todo. Pero como si la vida no quisiera que ella estuviera en ese lugar, una llamada volvió a sacarlo de sus lagunas mentales.
- ¡Sisky business!
- Bill, afirmativo. Sisky business al habla. Te llamo porque… te amo – susurró al teléfono.
- …Oh, pero… ¡Carden no puede saberlo!
- Carden es un imbécil, Bill, yo tengo un mejor paquete para ti – rió – bien. Lo que sucede es que hay una fiesta a la noche y quería que fueras mi pareja.
- Wow, suave. Donde y a que hora – dijo Bill al mismo tiempo que encendía su computadora.
- A las 10 donde Butcher.
- Allá estaré, bro.
- Ahá, nos vemos ahí entonces, Adiós madafaca.
- Adiós Sisk.
Era una mañana fría y la cabeza no paró de darle vueltas. Quizás ir a un psicólogo no le haría mal, pues las vacaciones no estaban dando resultado en su recuperación.
Beckett tenía algo podrido dentro que ni él sabía que es. La única conclusión que pudo formular al darle vueltas al asunto, fue que esto no era sólo por Nat. Había algo más que descubrir, pero no tenía las herramientas. Se incorporó y sus dedos volaron al teclado, buscando refugio. Si bien, escribir no era una medicina, le ayudaba a canalizar de alguna forma se no se qué que lo tenía bastante descarrilado.
“Mi nombre es William. No importa mi apellido, no importa mi edad, ni mi número telefónico. Tampoco mi dirección, pues en este momento pareciera que no tengo. Estoy infinitamente perdido. Lo único que noto en mí es un retroceso, voy hacia atrás y sin mirar adelante. A veces no importa cuan grande sea el sol que alumbra mi cabeza, pues las nubes que tengo dentro opacan cualquier señal que me indique hacia donde debo ir. Me gustaría volver 5 años atrás… cuando Mike y Siska solían venir a mí casa todos los días a hacer nada; cuando Nat se colgaba de mi cuello y se perdía en mi aroma, o cuando yo no era más que William Beckett.
El tiempo es tan extraño, pareciera que nunca viví esos días. Ahora lo veo todo tan lejano. De repente siento que todos me miran con ojos depredadores. Me frustra que me vean así… perfecto, grande, es extraño. En esta clase de juego nadie se interesa ni una mierda por mirarte a la cara y preguntarte si hay algo, aunque sea una mísera cosa que pueda hacer por ti. Cómo si yo fuera un tipo que vive su vida como si los planetas se hubiesen alineado para que fuera perfecta, pero no.
¿Y tú? ¿Dónde te fuiste? ¿Existe algo de lo que eras o de lo que éramos? ¿Queda aunque sea la sombra de un 7 de Noviembre, cuando celebrábamos nuestro aniversario? ¿Y cuando acabó…? ¿Cuándo comenzamos a sumergirnos en esto? ¿Existe alguna forma para salir de aquí? ¿O para encontrarte? Verás, ahora llueve, y me desespera no verte en mi cama tomando café, con mi chaqueta roja que tanto te gusta. Llueve allá también y ni siquiera puedo abrigarte cuando duermes. Ni siquiera puedo robarte una sonrisa un lunes por la mañana antes de que vayas a trabajar. Ahora mi teléfono suena y no sale tu nombre en la pantalla, claro… Son cosas tan banales cuando las oyes, pero detalles tan grandes para mí.
Intento rezar a veces en la noche, pero no se que quieres decirme (si es que estás intentando decirme algo), y cuando duermo cada sueño es un paso más hacia la agonía que me espera al despertar y no encontrar tu cuerpo a mi lado.
¿Y tú? ¿Dónde te fuiste? ¿Me estás escuchando?”
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