
Abriendo a penas sus ojos lo primero que divisó fue una luz parpadeante de color rojo. Era el fono avisando que había un mensaje nuevo.
Presionó el botón.
- “Hola Will, es Nat – su voz era tímida y cortada, como si la pena le estrangulara la garganta – Anoche no quise ir a recoger las cosas que me faltan, pero pienso hacerlo hoy… si no te molesta. Si quieres voy cuando no estés. Llá… llámeme ¿sí? Para avisarme. Espero que estés bien, Adiós.”
Y se le apretó el pecho.
Salió de su habitación con intenciones de ordenar el desastre que habían dejado ayer con los chicos, pero se encontró con la sorpresa de que la mayor parte de las cosas estaban en su lugar, los platos estaban lavados y las luces apagadas. Lo único que tuvo que hacer fue vaciar el jacuzzi.
Preparó algo rápido para comer y luego a la ducha.
Justo cuando se iba a vestir, sonó su celular. Era Sisky.
- Siskysex ¿Cómo estás?
- Hola, Becke, bien ¿Como está tu depa?
- Impecable gracias – se rió.
- ¿Y los ánimos?
- Ammm, bien. Hoy escuché un mensaje de Nat en la contestadota… quiere venir a buscar las cosas que le faltan.
- Damn it. Bueno, está en su derecho; dile que sí o sino capaz que te demande por robo de objetos personales.
- Hum, de todas maneras no me sirve su desodorante, ni su cepillo de dientes… y menos un paquete de toallitas higiénicas.
- HAHAHAHAHA. Bien, emm te llamo para que vayamos a almorzar donde Mike, nos invitó a todos.
- Perfecto, tengo una resaca que no me deja cocinar – se quejó.
- Justo. Nos vemos entonces como a las 2, vale?
- Ahá – hizo una pausa – oye Adam – dijo suavemente – gracias por lo de anoche. Sé que puedes estar pensando que no tomé enserio lo que me dijiste, por mi estado, pero no es así. Lo que hablamos es de lo que más me acuerdo. Muchas gracias.
- No tienes que agradecerme nada, Bro.
- Okay, adiós Siskysex, nos vemos.
- Adiós.
Apenas colgó, volvió a escuchar el mensaje de Nat en la contestadora. Luego de una larga pausa tomó su celular y marcó.
- Hola – habló con un hilo de voz.
- Hola, William.
- Emm, si quieres venir ahora, no tengo ningún problema.
- ¿De verdad?
- Sí, Nat
- Voy para allá.
Y la comunicación acabó.
William abrió el closet encontrándose con una ruma de recuerdos. El olor de la ropa de Nat inundó por completo su habitación, o a lo mejor, era sólo su imaginación. Volvió la mirada perdida a sus pupilas, pero no se dejó vencer, pues Nat venía en camino y no quería que lo encontrara desarmado por su ausencia.
Cerró el closet y esperó a Nat, sentado en su cama.
Finalmente sonó el timbre. Ahí comenzaba a sentirse el vacío, pues Nat tenía llaves del departamento y siempre entraba de puntillas, cerrando la puerta con cuidado. Hasta esos recuerdos tan ínfimos se alojaban en alguna parte de su cabeza. Cada pequeño detalle le significaba un mundo inmenso de lo que juntos habían vivido.
Una historia de vida completa. Pero tenía que acostumbrarse.
- Hola.
- Pasa, Nat.
- ¿Puedo sacar yo mis cosas o lo harás tú? Digo, porque a lo mejor no quieres que entre a tu cuar…
- No importa, pasa.
- Ok.
Nat caminaba por el living con sumo cuidado, como si jamás hubiera vivido allí, mirando el piso con curiosidad.
Cuando entró a la pieza el vacío era evidente: La mayor parte de su ropa ya no estaba, ni sus peluches, ni las fotos pegadas en la pared. Metió a su bolso todo lo que le faltaba y salió de allí llena de angustia.
William la miraba de reojo, tratando de no detenerse en ninguna parte de su cuerpo.
- Bueno, me voy. Gracias, Will.
- Ahá.
- Y… – tomó un poco de aire. Parecía que no hubiera respirado en horas – lo siento mucho. De verdad.
- Ok. Sólo… quiero dejarte claro que… jamás te cagué con otra. Nunca lo hice. Estoy al tanto de lo mucho que te hubiese decepcionado algo así, y jamás quise decepcionarte, jamás en todo el tiempo que estuvimos; menos hacerte daño. Menos de esa forma.
Ahora todo era silencio, hasta que la voz hilada de Nat como un murmullo, se convirtió en el único sonido existente pronunciando con cuidado las palabras que caían de su boca.
- Nunca me podrás decepcionar… Nada de lo que hagas es suficiente para arrancar de mí todo lo que dejaste. Sería más estúpida aun si dejara echar abajo cada cosa que construimos… aunque no sé que tan entupida… si ya te perdí. Merezco un premio por ello…
- No eres estúpida, Nat. Cometemos errores, es… así de sencillo supongo.
Nat jugaba con un pedazo de hilo, mientras miraba el piso.
- Te amo, William… sé que no vale la pena decírtelo ahora, pero me iba a arrepentir si no lo hacía.
William sentía que cada parte de su cuerpo caía a pedazos. Y sin darse cuenta, los labios de Nat presionaron los suyos sumergiéndose ambos en un beso que prometía ser el último. Que sellaba lo que hace años habían comenzado.
- Me largo. Gracias, Becke, por todo.
- Está bien, Nat. Cuídate por favor.
- Sí, no te preocupes. Adiós.
- Adiós, Natalia.
Extrañamente, el peso de todo lo que había sucedido esos últimos días lo hacía sentirse vacío.
No botó ni una lágrima.
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