domingo, 24 de mayo de 2009

Capítulo #12: Let's imagine the end before we even begin.


Al día siguiente Mike despertó embobado, pensando que todo fue un sueño, un sueño solamente. Y como si se tratara de una urgencia partió apenas terminó de ducharse, a la casa de William.

- Mike, pasa hijo, Will está en su pieza – lo saludó la señora Rose.

- Gracias tía.

Subió corriendo las escaleras, hiperventilando, olvidó completamente que necesitaba respirar, y entró de golpe a la habitación. William estaba sentado escribiendo en su computadora.

- Mikey… podría haber estado desnudo – rió Will.

- Creo… que te he visto muchas veces desnudo – respondió Mike

- QUE HOMOSEXUAL – dijo Beckett abriendo los ojos – ¿qué te trae por aquí a las… 9 de la mañana?

- Amm, tengo que contarte algo – tomó aire – ayer estuvo Antonia en mi departamento.

Bill abrió un poco más que antes sus achinados ojos.

- Wow… y ustedes…¿eso? – dijo con preocupación.

- NO, Beckett; sólo fue a mi departamento por cervezas y no se, a conversar.

Mike miraba el piso o trataba de perderse observando la pieza de Will; buscando a toda costa disimular la extraña sensación que le dejó la visita de anoche.

- Mike, a ti no se te ha pasado ni un poquito lo que sientes.

Carden abrió la boca para decir algo, pero Will se adelantó.

- … y es así, Mike. Pero, no sé, deberías tratar, deberías hacer algo… No quedarte parado mirándola como bobo. Así no funcionan las cosas – lo miró Beckett alzando un ceja.

- No… puedo. Lo intento, te juro, me paro y digo: Ok, ahora sí, esta vez si. Pero no pasa nada, no hablo de nada y si hablo me enredó y si se va me apesto y no se –caminaba con largos pasos por la pieza – generalmente suelo tener el control de lo que siento, de lo que hago, de… bueno de la mayoría de las cosas – se detuvo –…pero me voy a la mierda cuando se trata de verla, o no se… Cuando suena el teléfono y corro y dah, es tan estúpido.

- Hey, calma… es una chica, y te ama. Lo sé. Se nota en todo lo que hace… ¡Mike deberías darte cuenta de todo!

- … -- suspiró – no sé que odio más, verla o que no me vaya a ver.

- No odias ninguna de las dos… odias no tenerla que es distinto… pero está en tus manos, Carden. No le veo otra solución.

Mike tomó su chaqueta y se paró de la cama mientras buscaba una cajetilla de cigarrillos en su bolsillo.

- ¿Está Cou?

- Buen punto… Está en la pieza, pasa nomás.

Mike se paró y fue a la habitación que estaba al lado de la de Will. Golpeó la puerta y dos segundos después una voz respondió desde adentro.

- ¿Si?

- Cou, es Mike ¿Quieres acompañarme a fumar un cigarro?

- ¡Mike! Sí, salgo al tiro, espérame abajo.

- Ok.

A los pocos minutos llego Cou. Decidieron salir al patio un rato, el día estaba nublado pero bastante agradable.

- ¿Cómo has estado? – le preguntó Cour.

- Bastante bien – mintió – descansando mucho, menos mal que ya llegamos, no aguantaba más. Sólo quería verlos a todos acá.

- Te extrañamos mucho, a todos, es extraño salir sin ustedes… pensar que siempre salíamos con Anto en el auto de Bill y ahora casi nunca los veo… es un poco triste.

- Sí, es verdad – dijo después de prender un cigarro – pero me tienes aquí... ­– le sonrió.

- Por fin – estiró los brazos para abrazarle – pero cuéntame ¿Cómo va todo? ¿Estás con alguien?

- Hahaha, sabía que me esperaba un interrogatorio así contigo – le tiró el pelo a su amiga – no, estoy sólo, como siempre.

- Arw, ya llegará alguien – dijo con compasión –…o puede que haya llegado hace mucho.

Dicho eso, Mike levantó la cabeza para enfocar su mirada directamente en el rostro de Cou.

- ¿Qué intentas decirme, pequeña?

- ¿Y Anto? – preguntó

- No, no me vengas con cosas, ambos sabemos que eso no sucederá… antes no sucedió… además – Cour lo interrumpió.

- …Pero aun te gusta ¿No?

- Cour! No! – respondió Mike indignado.

- Hahaha, Ok! – rió.

Pero la sonrisa despareció de sus labios en pocos segundos.

- …Bueno por un lado es mejor que no te guste… – dijo Cou un poco asustada.

Mike arrugó su frente en señal de que no entendía lo que la hermana de Will quería contarle.

- Ammm, Antonia tiene novio, Mike.

Mike abrió sus ojos en desconcierto; tanto así que eran incapaces de soltar lágrima alguna. El golpe lo dejó apartado del mundo, por algunos segundos. Si una llamada o una visita era capaz de desmoronar cualquier indicio de auto confianza, una noticia como esta terminó por apagar la única luz que tenía dentro como esperanza.

- Wow, que rápido pasa el tiempo aquí… – intentó respirar – digo, cuando yo me fui no había nadie – hizo una pausa – o sea nadie a su lado.

- Claro – dijo Cou casi susurrando – es extraño, pues nunca pensé ver a Antonia con alguien que no fueras tú. Aunque nunca los he visto juntos como algo más.

- Ahá – respondió Carden tratando de enfocar la vista en algún punto, pero sin resultado – Tarde o temprano cualquiera de los dos iba a tener novio… o novia en mi caso.

Cour trataba de buscar palabras de consuelo; si bien Mike no era su mejor amigo, lo conocía como la palma de su mano y sabía por ende que el tema de Antonia era algo un poco doloroso. Un poco harto.

- Siento haberte contado esto, Mike. Yo sólo quería decirte las cosas antes de que te enteraras de otra forma.

- No, no, está bien. Estoy bien, Cour… te dije que no estaba interesado en nadie, de verdad.

- Ok… – respondió Cour formulando apenas una sonrisa.

Carden estaba tan perdido dentro de sí que no se dio cuenta que su cigarro había terminado de consumirse hace más de 5 minutos. Apagó en vano la colilla y se incorporó de la silla.

- Tengo que marcharme, te llamo más ratito ¿Si?

- Okay Mikey – respondió Cou al mismo tiempo que abría la puerta.

- Y gracias por tus intensiones, Cou. Eres la mejor – agregó Mike con una sonrisa.

- Tontito – susurró entre dientes – ¡Te quiero Mike! Adiós.

El sonido del motor de su auto calentando logró sacarlo un poco del trance en el que se encontraba. Carden era una persona que la mayor parte del tiempo tenía bajo control sus emociones, pero Antonia resultaba ser un gran detalle dentro de su vida capaz de desordenarle cualquier esquema.

Cerró la puerta de su departamento y tomó asiento en uno de sus sillones blancos. Los brazos le pesaban y sus ojos estaban clavados en un punto fijo irreconocible y, aunque luchó por no botar ninguna lágrima, la mirada se le convirtió en vidrio.

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