lunes, 28 de septiembre de 2009

Capítulo #44: Último capítulo, This is the last time.

Unos dedos delgados acariciaban la enorme guitarra roja que había estado postrada por tantos años en el atril de Mike. Dedos correspondidos al altísimo muchacho de tez blanca, con el cabello tan oscuro como la noche y ojos verdes saltones. Nate ya tenía 17 años, había aprendido a tocar guitarra a los 14 y era igual a su padre. Casi igual.
- ¿Bajarás a comer, Nate?
- No, má… no ahora – contestó concentrado.
- Pero hijo…
- ¿Notaste que hoy se cumplen 17 años y 6 meses desde que el papá se fue? – la interrumpió.
Antonia sonrió.
- Si, mi amor.
Un abrumador silencio inundó la habitación.
- ¿Te gusta aun, no? – preguntó Nate curioso.
- ¿Quién? – Antonia tomo asiento junto a él.
- Mi papá, Mike.
La chica hizo una pequeña mueca.
- Sí… ¿Por qué me lo preguntas?
- Pues… porque lo noto ¿Nunca has estado con alguien más o sí?
- Jamás – contestó rotundamente Antonia – eres bien listo ¿Ah? Pues sí, amo a tu padre… Lo sigo amando tanto como cuando nos conocimos, no creo que lo pueda dejar de amar.
Nate dejó la guitarra a un lado y le tomó las manos.
- Pero no puedes negarte tampoco a sentir cosas por otras personas, de hecho, quisiera dejarte claro que no me molestaría.
- Es que no puedo. Yo sigo amando a Mike – afirmó su madre con total seguridad dejando al aire una sonrisa.
- Entonces todo bien – sonrió Nate – sólo tenía curiosidad.
- ¿Sabes? Eres igual a tu padre cuando hablas, cuando te expresas… creo que mis genes no son muy fuertes.
Ambos soltaron una carcajada.
- Hoy tengo que tocar con mi banda en el A&K ¿Me acompañarás?
- Claro que sí, iremos con todos los chicos – contestó ella.
- Me alegro, apuesto a que Mike estará feliz.
- ¡Oh, claro que sí! – gritó emocionada Antonia – iré a calentar la comida ¿Dale?
- Bien, yo bajo enseguida – respondió su hijo tomando de nuevo la guitarra roja en sus manos.
Dio la vuelta para observar la foto que tenía de su padre sobre el velador. Se le dibujó una sonrisa en el rostro.
- ¿Haz que todo me salga bien a la noche, vale? – comenzó a decir – gracias por dejarme ésta – apuntó la guitarra – como que me siento como tú, sólo que menos bajito…
Suspiró.
- Te amo pá, y no tienes idea de cuanto me haces falta.
Secó una lágrima que se le había escapado y volvió a dejar la guitarra sobre el atril.
Bajó rápidamente las escaleras y apareció de repente en la cocina, asustando a su madre.
- Santi – dijo sonriendo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario