- Feliz primer mes – se asomó Mike por el umbral de la habitación donde se alojaba con Antonia en Liverpool.
- Buenos días – se restregó los ojos – Feliz mes – sonrió abrazándolo.
- Creo que anoche celebramos muy bien – río Carden.
- Comparto tu pensamiento.
Estaba helado, pero para ellos, aquel detalle era sólo eso. Acordaron pasar dos semanas en Liverpool y luego volver a Chicago para estar con sus familias nuevamente.
- Estoy ansiosa por Chiz y Naomi – sonrió Antonia – quiero ver ya a ese bebé.
- Chiz tiene pinta de ser buen padre, creo.
- Y tu no, porque tienes cara de maleante – soltó una carcajada.
- Y tu no imaginas la cara que tienes – la tomó por la cintura – ya nos quedan solo 5 días aquí. Lo he pasado tan bien, Anto. Desde hace mucho tiempo que no me sentía tan feliz – sonrió Carden – te amo, más que a todo.
Anto le miraba con ternura. Después de todo, valió la pena cada lágrima derramada en el pasado… pasado no muy lejano, ya que recién cumplían un mes de los muchos que les esperaban por delante.
Los cinco días volaron, pues lo bueno dura poco. Finalmente un lunes por la mañana arribaron en Chicago.
Por otro lado Chizz y Naomi esa misma mañana asistieron a su segundo control de embarazo. Al parecer todo iba bien con el bebé de la pareja, ya muchos medios se habían enterado y Chizz se mostraba muy a gusto con su situación. Era el segundo mes y estaban todos ansiosos ya por recibir a la criatura, sobretodo los abuelos, quienes habían decidido viajar a Chicago para acompañar a la pareja.
William no se quedaba atrás, pues una de las cosas que lo hacía más feliz y lo mantenía más en pié era la ilusión de ser el padrino. Para él era algo nuevo y creía ciegamente que algún día volvería a enamorarse y tendría hijos. Pero dudaba que fuese pronto.
Ya habían pasado unas semanas desde la carta que le había enviado a Nat y finalmente ella respondió.
“Hola Bill. Pues, sí, fue bastante extraño abrir mi cuenta y encontrarme con un mensaje tuyo, pero fue una grata sorpresa incluso a pesar de todo lo que decía.
No te culparé ahora, eso definitivamente sería una estupidez. Ya no estamos juntos y lo pasado queda en el pasado (pero no borrado). Sabes lo que pienso te de ti, te lo dije antes de partir: jamás podrás decepcionarme, jamás podrás hacer algo que me defraude; pues hiciste tanto por mí, entregaste tanto por mí, que nada alguna vez podría ganarle a eso. Gracias por todo; y aunque no lo creas, entiendo tu punto. Sé que estás haciendo todo esto porque lo necesitas. Yo también debo ponerme los pantalones y empezar de nuevo. La vida da vueltas, ambos tenemos eso clarísimo, pero es hora de tomar otros caminos, tu sabes. Suerte en todo, me enteré de que están componiendo y haciendo cosas nuevas, espero de todo corazón que salga bien. Ahora que estás más despejado, tendrás la fuerza para tomar todo de mejor forma, confío en todo lo que eres como persona.
Un beso, saludos a tus padres y a Cou.
Natalia.”
Con este ciclo cerrado, las puertas del corazón pudieron abrirse de par en par para tomar otro camino. Al fin.
Las citas con el sr. Claude siguieron en pié, pues aunque las cosas iban bien, las crisis seguían, pero ya no tan constantes como antes. Las pastillas habían ayudado un poco y lo obligaban a permanecer más tiempo en casa. Siska pasó la mayor parte del tiempo con él hasta que partió a Italia.
- Má, voy saliendo al estudio.
- ¿Vuelves antes de almorzar?
- No creo – la besó – Te amo.
- Yo también te amo, mi vida.
Cuando llegó al estudio ya estaban todos los chicos allá, incluidas Antonia y Naomi.
- ¿Cómo esta mi ahijado? – se acercó Beckett al vientre de Naomi tocándolo con suavidad.
- Cada día creciendo más – respondió la madre.
Pasaron cercano a 5 horas en el estudio, y estaban muy cansados; sobretodo Mike y Antonia que habían llegado esa misma mañana.
Después de terminar pasaron a sentarse; conversaban sobre el control que había tenido Naomi, luego todos partieron de vuelta a casa.
Pero uno se desvió del camino.
- ¿Sí?
- ¿Estás en casa?
- Butcher – rió Amy – pues sí, en casa estoy.
- ¿Quieres que vayamos a comer algo?
- Me encantaría.
Una media hora después Andy y Amy bajaron al centro de la ciudad para disfrutar de una hermosa cena que tendría un toque completamente distinto.
- Sonará un poco extraño pero ya llevamos casi un mes – sonrió nervioso Butcher, jugueteando con la servilleta entre sus dedos – y sólo quería hacerte saber que ha sido maravilloso.
Amy le miraba embobada y en pocos segundos se contagió del nerviosismo de Andy.
- Para mí también ha sido excelente – lo besó.
- Sería… – aclaró la garganta – sería perfecto que estuviéramos juntos, así formalmente – se sonrojó.
Los ojos de Amy se abrieron incrédulos, pues desde hace algunos días tenía la esperanza viva de que esa propuesta, entre comillas, se apareciera en su camino.
- A mí me encantaría – agregó.
Butcher levantó la cabeza dibujando una sonrisa en su rostro.
- ¿Hablas en serio? – preguntó asombrado.
- Obvio que sí.
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