Los verdes ojos de Mike se despegaron después de unas largas horas de sueño. Lo primero que divisó fue un cuadro con bailarinas dibujadas con lápiz de carbón que le ayudó a aterrizar y a reconocer inmediatamente donde se encontraba. Cuando volteó, la espalda desnuda de Antonia asomada por las sábanas, le iluminó la vista y originó un sentimiento extraño, un sentimiento nuevo, ese que florece al ver al lado a la persona que amas. Con sus brazos fríos la rodeó por la cintura y cayó dormido de nuevo.
Unas horas más tarde, la que abrió está vez los ojos, fue Antonia que al observar aquella imagen de ambos cuerpos desnudos en su cama se aterrorizó. Con cuidado pero fugazmente, se paró de la cama y fue directo a la ducha. Su reloj que marcaba las 10.30 le percató lo atrasadísima que estaba para ir a trabajar; se vistió y tomó sus llaves para partir, dejando una copia para Mike sobre el velador.
La mañana transcurrió normal, sólo que no podía concentrarse. Sus aturdidos pensamientos giraban entorno a lo que había pasado la noche anterior, eso que ocurrió y que espero tantos años. Un fuerte dolor de cabeza la sacó de su eterno sueño, pero no importaba: lo que había vivido era más fuerte que cualquier cosa.
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