
- Llámame mañana ¿Dale?
- Sí, obvio – respondió Siska – ¿no quieres que te acompañe? Enserio…
- No – contestó William – creo que será más fácil ir sólo, además… no creo que sea mucho lo que hablemos. Es sólo un sicólogo – suspiró – jamás pensé que iría a uno. Me da hasta risa.
- Estás tan loco que tu madre no sabe que hacer contigo, bro – rió sisky – pero bueno, mañana hablamos, ahora tengo que ir donde Butcher… si quieres pasas después de tu cita con el loquero.
- Gracias, Sisk. Te llamo. Besos.
- Adiós.
Bill tomó sus documentos y salió de su casa a eso de las 5.30 de la tarde. Las calles tenían poco tráfico, el sol se escondía tras millones de nubes y no había nada bueno en la radio. 20 minutos pasaron volando: ya se encontraba en la sala de espera. Segundos después una voz ronca, como de vejestorio se hizo escuchar.
- Señor, adelante – le avisó la secretaria.
Tras el mostrador divisó a una mujer de edad con casi nada de atractivo, grandes anteojos y maquillaje exagerado.
- Muchas gracias – contestó.
La habitación no parecía muy acogedora, tenía paredes blancas, muchas repisas con fotografías y diplomas; y habían tres muebles llenos de libros y carpetas. El sr. Williams estaba sentado en una silla de cuero frente a su escritorio ordenando uno que otro papel. Bill no parecía muy entusiasmado y definitivamente, la habitación lo había aterrado un poco más de lo que estaba.
- Buenas tardes – dijo tímidamente.
- Buenas tardes – le sonrió el sr. Williams – mi nombre es Claude. Claude Williams.
Aunque la habitación no era acogedora, el alegre rostro del sr. Claude acompañado de ese cálido acento, hizo que Bill pudiera sentirse un poco más cómodo. No era algo normal contarle sus problemas a un extraño, pero le facilitó las cosas ver tanto entusiasmo por parte del que desde ahora, sería su sicólogo.
- Mi nombre es William Beckett – estiró el brazo en forma de saludo.
- The academy is… – susurró mientras le daba la mano – a mi hija le gustan mucho – sonrió – Pero bien, toma asiento, cuéntame algo de ti y de tu vida. Supongo que debe ser un poco complicada, me imagino.
Bill tomó asiento en una camilla de cuerina negra brillante, frente a una pecera. Los nervios le quitaban el habla y nublaban su pensamiento, pero poco a poco fue soltándose.
- Bien, pues… tengo una banda desde hace algunos años. Usted sabe, The academy is…. – aclaró la garganta algo nervioso – Mi familia está compuesta por 4 personas: mi madre Rose; mi padre William; mi hermana Cou; y yo. Ahora estoy en Chicago porque la gira acabó y quiero pasar estos días en casa. Nunca estoy aquí, pues paso viajando y tengo muchas cosas que hacer. Ammm… – hizo una pausa larga – tengo pocos amigos, los de mi banda son los más cercanos. Somos 5, pero hay dos que han sido muy, muy importantes, sin desmerecer a los otros: Mike y Siska. Son como mis hermanos. Qué más... – pensó – Me frustro generalmente porque siempre soy yo quien busca a la gente, digo… soy yo quien llama para salir o cosas así, la gente no me busca tanto. Pero supongo que es como normal. Aunque me… – su voz se cortó – me afecta bastante… me hace sentir que estoy haciendo las cosas mal.
Recorría la suave cuerina con sus dedos pálidos, pronunciando cada palabra meticuloso, como si fueran de cristal. Había tantas cosas que botar que su visita parecía eterna. Entre tanta palabrería se confundía, y de repente perdía el hilo de la conversación. El hilo de su propio monólogo.
-Y bueno… – prosiguió – no me gustan los problemas. Hago lo posible por no llevarme mal con nadie, la verdad es que para mí el entorno es algo tan influyente que me consume la mayor parte del tiempo, por eso intento no… – se enredó – bueno usted sabe, trato de no hacer estupideces que puedan deteriorar de alguna forma mi relación con los demás.
Claude lo miraba de reojo mientras con una pluma escribía algunos datos en su libreta. Parecía desconcentrado pero escuchaba con cuidado cada palabra.
- Continúa, cuéntame algo que te haya marcado. Lo que desees.
Will pareció perder el pulso de forma repentina. Los recuerdos florecieron de inmediato, como si una primavera metal hubiese tomado presa su cabeza. Reconoció de inmediato ese sentimiento, esa angustia asociada solamente a una persona. Sus labios se despegaron lentamente.
- Hace unos meses acabé con algo que cultivé seis años. Una relación amorosa… creo que la única realmente seria… – tomó algo de aire y bebió un sorbo de agua, pero su garganta no permitía el paso de nada, sólo de aquellas palabras que intentarían hilar una historia que quedó en el pasado. Colocó las manos sobre su vientre y volvió a hablar – Emm… su nombre es Natalia Bell. Siempre fuimos muy unidos y aunque… fui infiel, juro que nunca jamás pasé de los límites. Nunca me acosté con otra ni nada parecido. Ella era algo así como mi todo… casi. Me proyectaba, tenía una vida… no lo sé. Pero bien, era muy celosa y yo – clavó la vida en la ventana, distrayéndose con los cables de luz –… bueno yo soy bastante liberal, sobretodo por la vida que llevo, pero… debo admitir que sin ella es muy complicado sentirme completo. Existe un vacío enorme, no me deja dormir… Ni siquiera sé que es mejor: tenerla con todas sus pataletas o vivir sin ella y sentirme tan miserable…
– le dirigió una mirada triste al sr. Williams –….justo como me siento.
Oscurecía y el frío se hacía intenso. Bill estaba algo mareado. Adentrarse así en su memoria desgarrando con cada imagen el borde de la herida que Nat dejó abierta en su pecho, le dolía como jamás algo pudo doler. Claude seguía gastando tinta. Lo miraba de poco y asentía cada vez que Beckett terminaba una oración.
- ¿Por qué terminó esa relación, William? – le miró penetrante.
Los ojos perdidos de Beckett se dirigieron a la pecera en busca de calma. Su piel blanca y glacial le hacía ver algo enfermo. Trataba de buscar razones claras, nada que pareciera complicado pero le quedaba tanto por explicar que el enredo de sentimientos le anuló gran parte de su tesis. Veía peces en la realidad, mientras que en su mente la imagen de Nat seguía como un cuadro fresco.
- No lo sé – murmuró – llegué a Inglaterra cansado de sus… llamadas, mensajes y escenas. No creo haber sido tan malo como hombre para que me tuviera controlado de esa forma. Y no aguantaba más, sólo quería deshacerme de tanta atadura estúpida… de toda la mierda. Me he sentido tan sólo y me veo desde afuera y no encuentro que me falte algo. Debería ser completamente feliz, pues tengo de todo… no lo sé… tengo familia, amigos, increíbles personas… pero siento que me tienen tan asegurado que jamás lucharían por mi. Sé que siempre estoy ahí y hago reír a todos. Soy buen compadre o algo así me imagino, pero luego me voy a la mierda. Luego no tengo nada – guardó silencio – Me frustro cuando caigo mal, pues siento que no hago nada de daño… como dije trato de hacer las cosas lo mejor posible, pero generalmente estoy lleno de miedo. Me alivia despertar en mi habitación, pero el vacío es tan profundo que ninguna emoción me sobrepasa – bebió otro sorbo de agua – Es como si fuera un pedazo de plástico, hasta una guitarra tiene más vida que este cuerpo – se apuntó – tuve un accidente automovilístico… ¿Usted cree que me dolió?
- ¿Qué accidente? – preguntó un poco aterrado el sr. Williams, despegando su mirada del cuadernillo de notas.
- Pues, choqué en mi coche ebrio… intentaba escapar, no tengo idea de que – murmuró entre risas Beckett.
- Cuéntame de eso, del choque y del porqué querías escapar – dijo Claude.
William se incorporó del sillón y con pasos tímidos, comenzó a recorrer la pieza. Le no le gustaba hablar de ese tema en particular, pues no tenía idea realmente que fue lo que sucedió esa noche. Recuerdos borrosos llegaban a su cabeza pero sin muchos resultados. Así que decidió empezar por lo que recordaba claramente, cuando estaba sobrio.
- Mi departamento es un lugar bastante frío, pero es completamente de mi gusto. Esa noche sin embargo, lo vi tan triste. Pero no se si era porque cambió en todos estos años o porque Nat ya no estaba ahí – tomó algo de aire y caminó hacia la pecera con sus piernas débiles – Esa noche sentí tanto miedo, fue algo que nunca me pasó antes. Sentía pánico, necesitaba salir, de repente me puse a llorar pero sentía que no me cabía la pena dentro del cuerpo… y temblaba y eso me parecía tan extraño. No me considero una persona intranquila.
Sus pasos, las suelas de sus zapatos chocando con el piso, era el único sonido existente en aquella habitación. No sabía si aquel frío desgarrador era el aire acondicionado de la consulta o su propio temperamento. Los minutos corrían y quiso aprovecharlos, seguir hablando.
- Así que escapé… ¿Hacia dónde? No sé. Sólo tomé las llaves del auto y me dirigí a donde quiera que me llevara la noche. Pasé a una botillería y de ahí se nubló todo. Tengo… – sacó su billetera del bolsillo del pantalón – tengo éste papel que escribí – miró al sr. Williams en sinónimo de pregunta.
- Léelo, Beckett – dijo Claude.
- “No hay nada aquí. Mi teléfono suena sin cesar pero tengo los dedos adormecidos, no puedo contestar. Mi voz no es digna de ser escuchada en ninguna dimensión de este mundo, no ahora. No así. Es Mike… me está llamando, otro día hablaremos Mike. Ahora mi voz no es digna de ser escuchada”.
- Muy bien, Will… ¿y cuantas veces has sentido esté… ataque, esa pena como fulminante?
- Incontables veces desde aquella – refunfuñó – no puedo dormir bien en las noches. Es una mierda. Ando todo el día como estúpido por el sueño.
- Ahá… Muy bien, ahora quiero que vayas a casa y te relajes, Will. Noté que te costó mucho conversarme de ciertos temas… pero no es algo anormal, pues me hablaste de convivencias que temporalmente fueron bien extensas; y abrir esas heridas, esos espacios, resulta muy difícil en la mayoría de las personas. Relaciones duraderas, etc. – dejó sus lentes en el escritorio – Puede que el estrés te esté causando algún tipo de crisis. Si bien, puedes tener una vida acomodada, el hecho de no ver a tu familia, ni tener en tu entorno a aquellos que apoyan 100% tus proyectos, sumándole el término de una relación amorosa larga, hace de tu vida algo completamente desequilibrado – le miró a los ojos – Sería bueno que vinieras más seguido, unas dos veces a la semana – aclaró la garganta –... Trata de no hundirte en vasos de agua. Las cosas suceden y seguirán cayendo por su propio peso. Aparte, te veo complicado chico. Sigue viniendo, escribe, desahógate y sobretodo trata de estar acompañado… – hizo una pausa – A lo que me refiero es que aproveches tu estadía aquí, con los tuyos.
Bill se cerró la chaqueta y le dirigió una última mirada a su sicólogo. Se despidió y salió rápidamente de la consulta.
Su cabello despeinado por el viento contrastaba con su rostro helado. Subió al coche; sus manos estaban tan frías, sus dedos eran hielo, pero de pronto y sin darse cuenta, un par de lágrimas le devolvieron el calor.
Hola; esta es la primera vez que comento aqui, por fin pude ponerme al coriente con tu fic, y bueno me encanta, todo es genial, y bueno ya no se que mas decir asi que me voy
ResponderEliminarcuidate :)